jueves, 17 de abril de 2008

Fotografías

Herman Suárez


Se tuercen inevitablemente entre el calor del fuego, como si hubiera vida en ellas, son sólo almas impregnadas y recuerdos. A ratos el fuego se extingue, el viento se convierte en su aliado pero hay que agregarles un cerillo más para que el fuego cunda. No quieren morir calcinadas, se rehúsan. El resultado, quemaduras de segundo y tercer grado en las orillas. Negras y sin vida vuelan las cenizas, al centro quemaduras de primer grado que inevitablemente volvieron fantasmas a las imágenes.

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