Al amigo
Un paso, un segundo y tu destino inminente te toma y te arrebata de la letanía; desechar la eternidad fue uno de tus pecados. No espera, no esperaba, alcanzaste, te adelantaste demasiado: un segundo.
Tal vez ahora sos el resplandor de una estrella, o maullido de un gato nocturno que persigue la noche, o sólo el verso en algún libro que se exhibe en cada renacer del día.
Bucanero de los mares encerrados en charcos, en tu rocinante rojo que ahora ya no es tuyo, ese felino que te extraña.
Este espacio que dejas ya no significa nada, este escenario de estrellas artificiales que es sino un soplo de tu aliento alcoholizado que se ha perpetuado por las noches en esta ciudad a la que tanto pudiste amar, que tanto recorriste y que tantos secretos te conto cuando tu oído reclinado al pavimento escuchó que eras el quijote motorizado, el paladín de las letras y los niños que extrañan a Bin Laden en el recóndito pequeño espacio del verde que tu sangre amaba, tu hermano árbol, tu hermana selva.
¿En donde están tus historias ahora que tanto las extraño? ¿Dónde está tu locura cuando la cordura nos invade y nos contamina? Tu voz, esa se queda en el eco del tímpano como aferrándose al último suspiro de la memoria.
Ahora eres cañón. Tu rugido lo escucha la tierra, eres lo que tanto comteplaste en las tardes con aliento alcohólico, y te recordamos y te extrañamos con una lágrima en la garganta.